FRANCOIS DE LA ROCHEFOUCAULD
- Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente.
- Es una especie
de felicidad el saber hasta qué punto podemos ser desgraciados
- No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni
fingirlo donde no lo hay
- Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarle
- Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a
quienes odiamos.
- El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan
de ellos, pero pocos lo han visto
- No hay más que una clase de buen amor; pero hay mil copias diferentes
- Es más vergonzoso desconfiar de nuestros amigos que
ser engañados por ellos.
- Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
- Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera
- La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras.
- Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo.
- Lo que hace que los amantes no se aburran nunca de estar juntos es que se pasan el tiempo hablando siempre de sí mismos.
- Si juzgamos el amor por la mayor parte de sus efectos, se parece más al odio que a la amistad.
- Es muy difícil que dos que ya no se aman, riñan de verdad
- Hay muchos remedios que curan el amor; pero ninguno infalible
- Se perdona mientras se ama.
Francisco VI, duque de La Rochefoucauld Escritor, aristócrata y militar francés, conocido, sobre todo, por sus Máximas. Mantuvo un círculo de amigos fervientes tanto en los salones como en la corte, fue reconocido como un moralista y escritor de gran valía, claro y conciso, perfecto conocedor de la aristocracia francesa del siglo XVII. Murió de gota; su hijo, el Príncipe de Marcillac, al que cedió, poco antes de su muerte, todos sus títulos y honores, gozó de una posición superior en la Corte
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