VICENTE BLASCO IBÁÑEZ
- La juventud es la edad de los sacrificios desinteresados, de la ausencia de egoísmo, de los excesos superfluos
- La rueda es el símbolo de la vida. Creemos avanzar cuando nos movemos, y cuando la rueda da la vuelta completa, nos encontramos en el mismo sitio
- Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza
- Que manden los que tienen qué perder
- Calma y mala intención, que todo llegará
- Sufrir sin quejarse es la única lección que debemos aprender en esta vida
- La rueda es el símbolo de la vida. Creemos avanzar cuando nos movemos, y cuando la rueda da la vuelta completa, nos encontramos en el mismo sitio
- Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza
- Que manden los que tienen qué perder
- Calma y mala intención, que todo llegará
- Sufrir sin quejarse es la única lección que debemos aprender en esta vida
Vicente Blasco Ibáñez fue un escritor, periodista y político español. Dividió su vida entre la política, el
periodismo, la literatura y el amor a las mujeres, de las que era un admirador
profundo, tanto de la belleza física como de las características psicológicas
de éstas. Se definía como un hombre de acción, antes de como un literato.
Escribía con inusitada rapidez. Era entusiasta de Miguel de Cervantes y de la historia y la literatura españolas. Sus novelas más
famosas: La Barraca, Entre naranjos, entre otras Dividió su vida entre la
política, el periodismo, la literatura y el amor a las mujeres, de las que era
un admirador profundo, tanto de la belleza física como de las características
psicológicas de éstas. Se definía como un hombre de acción, antes de como un
literato. Escribía con inusitada rapidez. Era entusiasta de Miguel de Cervantes y de la historia y la literatura
españolas.
Amaba la música tanto o más que la literatura. Wagner le apasionaba, su
apoteósica música exaltaba su viva imaginación y soñaba con los dioses nórdicos
y los héroes mitológicos como Sigfrido, nombre que más tarde pondría a uno de
sus cuatro hijos. En su obra Entre naranjos, nos deleita con el simbolismo
de las óperas del célebre compositor. En una reunión típica de la época, en que
los jóvenes se reunían para hablar de música y literatura y recitaban poesías,
conoce a la que sería su esposa y madre de sus hijos, María Blasco del
Cacho. Cuando contrajo la bronconeunomía que le provocó la muerte, el
escritor se hallaba enfrascado en retratar la epopeya del descubrimiento de la
conquista de América. Para preparar el proyecto, había recorrido Extremadura a
fin de documentarse sobre la tierra natal de los conquistadores. Murió el 28 de
enero de 1928 en Menton, Francia. Su cadáver es inhumado,
por su expreso deseo, en el cementerio comunal de la ciudad francesa de Menton,
en la Costa Azul. Cinco años después, el 29 de octubre de 1933, sus restos
arriban al puerto de Valencia, la ciudad que le vio nacer
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